Extraído del libro “Conócete a ti mismo “de Swami Satchidananda.

La importancia de tener un maestro.

Así como es necesario hacer una preparación para acceder al conocimiento final, en esta tradición es imprescindible tener un maestro.
Durante siglos y milenios el conocimiento fue transmitido de forma oral, de maestro a discípulo. Como guardianes de fuego preservan vivo el fuego de la sabiduría. El maestro enciende con su propia luz la nueva luz en el discípulo, y este, tras mantenerla viva y ardiente enciende la nueva luz que permanecerá ardiendo en el futuro. Así es como la tradición de los 
Vedas se mantuvo y se mantiene viva hasta nuestros días.
No es posible estudiar esta tradición o filosofía en una universidad, no es una ciencia que puede ser estudiada como una asignatura, rindiendo exámenes. Hinduismo es mucho mas que esto, es una cosmovisión, es una forma de vida, es la forma de comprender el mundo y a Dios.

Se puede tener varios maestros, pero el Gurú es un maestro especial. Se puede tener el profesor de yoga, profesor de vedanta, profesor de meditación, pero Gurú es más que todo eso. Gurú es aquel que guía, aquel que indica el camino, aquel que prende esa chispa de deseo por la búsqueda verdadera, la búsqueda de verdadera felicidad.

Swami Satchidananda lo explica así:

**¿Quién es el Gurú?** Si usted cree que puede encontrar la respuesta y las instrucciones en lo profundo de su ser, adelante. Su mente actúa como maestra si está lo suficientemente despejada. Después de todo, el maestro está en el interior, pero si aún no puede obtener respuestas claras de su interior, puede preguntarle a alguien que ya conozca el camino. Quizá tenga que estudiar algunos libros, durante un tiempo, para buscar las respuestas. Cuando ya esté preparado, de alguna manera, la Providencia le asignará un maestro. En el momento en que el discípulo ya está listo, el maestro aparece. El o ella será su “gurú” o maestro que, en sánscrito, significa el que ilumina. Esta palabra se compone de dos sílabas: gu, oscuridad o ignorancia; y rú, que significa quitar. El gurú es el que quita de la oscuridad. Literalmente, significa maestro. Todos los profetas son nuestros gurús. Dios mismo se manifiesta como tal, limitándose a enseñarnos. El cuerpo físico de este no es el gurú, sino el aspecto divino que vibra en ese cuerpo. Si en alguna ocasión usted dice: “mi gurú tiene un rostro hermoso”, o es calvo o tiene barba, se está refiriendo a su aspecto físico. Si la barba larga lo identificara a uno como tal, todas las cabras serían gurús, por su larga barba. No se trata de las características físicas, sino de la iluminación, de la parte divina en el ser humano. El gurú es buen transmisor y receptor. Uno recibe de él porque el gurú ya ha estado vibrando en el nivel divino. Puede sentir su vibración y decirle lo que mejor le conviene y beneficia. De esa manera, usted obtiene un guía. Un gurú no lo conduce hasta la meta, sólo le muestra el camino. A usted le corresponde recorrerlo. Si usted tiene hambre, debe comer. Yo no lo puedo reemplazar; sólo puedo mostrarle dónde encontrar comida. Un gurú genuino no le pedirá nada, excepto su sinceridad; si sabe que pide con sinceridad, él le dará. Pero ni siquiera dándole exigirá que use lo que le conceda. Sencillamente le dirá: “allí está el restaurante. Si no come, no me sentiré desdichado.” En ocasiones, los aspirantes creen que si no hacen al pie de la letra lo que dice su maestro, éste los maldecirá. Ningún maestro auténtico procedería así. Su propósito consiste sólo en mostrarle el camino. Depende de usted que adopte a alguna persona como gurú. Ella no vendrá a usted a decirle: “quiero ser tu gurú.” El también cree que debe seguir aprendiendo. Un gurú verdadero ni siquiera se da a sí mismo ese nombre. Entonces, ¿cómo puede reconocerse a un gurú verdadero? No se acercará diciéndole: “yo te enseñaré.” 

Sencillamente, él será testimonio de una vida hermosa. Usted aprenderá por su ejemplo, porque es la entrega misma en persona, que no se deja influir por elogios ni críticas. Es sabio. 
No busca el bienestar material, el renombre, la fama, ni nada semejante. Posee sabiduría consistente. Su vida es estable. Está por sobre todo dualismo, sin dejarse afectar por el placer o el dolor, la ganancia o la pérdida. Allí está, simplemente. Ni siquiera le impondrá sus consejos o enseñanzas. Tampoco llamará a la puerta para entrar en su casa a leerle sus escritos. Usted tendrá que acudir a él y probarle que está usted interesado y es sincero. El gurú no es codicioso, no busca el beneficio material, ni hace nada para su propio provecho, sino que está totalmente dedicado a servir a los demás. Esta siempre sereno, con equilibrio perfecto. En ocasiones, quizá parezca un animal feroz, hasta un poco salvaje o iracundo. Es posible que pierda la fe en él, pues no sabrá usted por qué está actuando de esa manera. La razón es que desea beneficiar a los demás. Sólo un joyero experto sabe reconocer un diamante de verdad.
 
Del mismo modo, para comprender plenamente a un gurú, uno debe serlo también. Puede comenzar a comprenderlo más, si tiene la suficiente apertura. El indicio de que se trata de un verdadero hombre de Dios es su perfecto estado de satisfacción. Si ve usted a un maestro perfecto, sepa que tal perfección está en sus ojos. Debe proceder cautelosamente en la búsqueda del maestro. Yo me siento más inclinado a confiar en los alumnos que llegan a mí con lentitud y prudencia. Al fin y al cabo, la relación es como la de un matrimonio, pero entre el discípulo y el gurú. Cuando se unen dos corazones, a tal unión se la puede llamar matrimonio. Usted no puede conocer al gurú usando sólo su cerebro. Escuche a su corazón. Se trata de un sentimiento positivo, de una atracción natural. Las miradas se encuentran y, difícilmente, pueden separarse. Por supuesto, no anule por completo la apreciación racional. El árbol es conocido por sus frutos. Así como pregunta a sus amigos acerca de un buen dentista o médico, también debe preguntarles: “¿cómo es él? ¿Extrae en verdad el diente enfermo o los dientes sanos?” Si le dicen que los curó de esta o aquella enfermedad, se siente usted más seguro y entonces solicita una consulta. Pero si le contestan: “siento mucho decirte que todo el mundo se queja de sus servicios profesionales”, entonces, no lo consulta. A las personas de espíritu alegre se las llama espirituales. A las que buscan ese mismo espíritu se las llama iniciados espirituales. Los discípulos son los iniciados y el gurú es quien los dirige, para que comprendan lo que él mismo ya ha comprendido. Es feliz, eterno, estable, inmaculado e inmutable. Es el Testigo Eterno de todo. El gurú es aquél que no paga un solo centavo, y, sin embargo, ve siempre la película. Es el Testigo Eterno. El universo total es su película. Por todas esas cualidades es difícil descifrarlo. Es como un pez saltando. Una sola persona no puede ser gurú de todos. Cuando usted ha seleccionado a uno, sea completamente franco con él. Cédale todo. Es por su propio beneficio. El gurú verdadero no anda en busca de más discípulos. Si se encuentra con un maestro que desea más y más alumnos, sencillamente sepa que él está haciendo negocio. Primero debería ocuparse de beneficiar a sus discípulos y de ninguna manera, obligarlos. Si un maestro le dice: “se ha convertido usted en mi discípulo. Si acude a alguien más, lo maldeciré,” échelo de su casa. No es gurú, sino hombre de negocios. Por el contrario, el gurú debe darle plena libertad: cuando considere que algo está equivocado en su vida se lo dirá con toda gentileza. Pero si el alumno ha perdido la fe en él, corresponde que se haga a un lado y alegremente, deje que su discípulo se aleje. Usted no debe sentirse atrapado ni comprometido, aun cuando se haya “rendido” a un maestro: no es su esclavo. El discípulo es un buen amigo, un hijo, un paciente. En el momento en que ya no disfruta o no digiere los alimentos que se le ofrecen, debe ir a comer a otro lugar. Si no está totalmente convencido, quizá le convenga quedarse por más tiempo, pero no durante meses ni años. No necesita someterse a una dieta insípida por un lapso prolongado para descubrir, al fin, que no es su manjar. Incluso si encuentra al maestro adecuado para usted, debería ser capaz de distinguir al verdadero gurú. Recuerde, no se trata de lo exterior, de lo físico, sino del yo, la luz interna. Lo que desea imitar de él es la forma en que vive, su serenidad. En el caso de Jesucristo, la gente no debería adorar su cuerpo terrenal. Más bien se ha de reverenciar el cuerpo divino resucitado, gracias al cual ve usted la grandeza y las cualidades diurnas. Así usted adora sólo a Dios. Después de todo, estas formas y nombres deberían desaparecer en Aquel que no tieneforma ni nombre, el Gurú Absoluto. La forma y el nombre se ubican dentro de un marco mental. Cuando trasciende usted la mente, no puede asimilar formas o nombres. La experiencia trascendental nunca se puede exponer, porque para hacerlo debe usarse la mente. 

El Ilimitado jamás puede ser expresado, medido o definido por alguien limitado. No puede describirlo, pero si experimentar al Absoluto.


Extraído del libro “Conócete a ti mismo “de Swami Satchidananda

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Es muy interesante este punto de vista...
Que pena que en la actualidad se pierde tanto el respeto.