Seis cosas que buscar en un Profesor de Yoga. Del libro YOGA Y MEDICINA – Timothy McCall.

Parte de un maravilloso libro, con una mirada amplia que estoy leyendo por segunda vez....
1. Formación. No existen estándares o acreditaciones universales ni para profesores ni para terapeutas de yoga. Muchos sistemas ahora exigen a los profesores cumplir doscientas o quinientas horas de formación para obtener el certificado (y una organización, la Yoga Alliance sin ánimo de lucro, registra a los profesores y los programas de formación que cumplen con los estándares, a pesar de que no todos deciden participar). Además de dicha formación, la mayoría de los profesores necesitarán estudio continuo y años de aprendizaje para adquirir competencia como terapeutas de yoga. Cuanta menos formación hayan tenido, menos probable será que sepan qué técnicas pueden beneficiar (o dañar) a gente con problemas de salud, y menos oportunidades tendrán de desarrollar la capacidad de detectar problemas que podrían acabar en lesión. Los profesores de yoga en los gimnasios son probablemente los que menor formación hayan obtenido. Hay programas que se anuncian por todas partes en los que se forma a gente para hacerse profesores de yoga en dos semanas y otros en los que entrenadores personales o profesores de aeróbic se “certifican” como profesores de yoga en un solo curso de fin de semana. Una organización ofrece el certificado online por 49,99 dólares estadounidenses. Obviamente, gente con una formación tan escasa no está capacitada para hacer terapia de yoga –y probablemente ni siquiera para enseñar yoga.
Antes de concertar una cita, asegúrate de averiguar dónde se ha formado el profesor y durante cuánto tiempo. Como la terapia de yoga para problemas como la artrosis, las enfermedades cardíacas y el cáncer exige un conocimiento considerable –de anatomía, fisiología, de los efectos de la medicación y las contraindicaciones de diversos aspectos del ejercicio–, busca a alguien que haya recibido formación complementaria en esas áreas o quien, como resultado de una formación previa en una profesión de la salud, ya la tenga. Muchos de los que hacen terapia de yoga tienen dicha formación.

2. Experiencia. Puede haber normas fáciles y rápidas para saber cuánta experiencia debería tener un terapeuta de yoga, pero, en general, cuanta más, mejor. Alguien que lo ha estado haciendo durante diez años probablemente sepa mucho más que alguien que lleva en ello cinco, y seguramente ambos palidecerían frente a quienes tienen veinte años de experiencia.
No es una coincidencia que la mayoría de los profesores que he elegido para la tercera parte de este libro lleven más de veinticinco años en este campo. Esto es parte de lo que los coloca en la cima de la profesión. Evidentemente, algunas personas con mucha menos experiencia realizan un trabajo excelente, en particular si tienen conocimientos en otras áreas como el Método Feldenkrais, la Técnica Alexander o la fisioterapia. A menudo, estas personas son algunos de los mejores terapeutas debido a su profundo entendimiento de la anatomía y la cinesiología (movimiento humano). Además, a menudo el conocimiento de un profesor experto no coincide con la mayor disponibilidad y la atención personal que recibirías de uno con menos experiencia. Muchos de los profesores más veteranos, incluidos algunos de los presentados en este libro, ya no dan clases privadas y dedican la mayor parte de su tiempo a formar a otros profesores de yoga.

3. Reputación. Parte de lo que hace a un buen profesor bueno no puede explicarse del todo viendo con quién se formó o durante cuánto tiempo. Algunas personas parecen tener un talento especial para enseñar o para hacer que los alumnos se sientan cómodos emocionalmente, o para intuir qué está diciendo un cuerpo, o con una serie de habilidades que poseen los grandes terapeutas. El boca a oreja sigue siendo una de las mejores maneras para encontrar un gran profesor. Hay profesores buenos y no tan buenos en todos los estilos, por lo que no deberías elegir sólo por su etiqueta (por ejemplo, el yoga de Iyengar o el viniyoga). Si puedes ir a clase, descubrirás muchas cosas sobre qué profesores son los mejor considerados hablando con tus compañeros.

4. Flexibilidad de enfoque. Ningún terapeuta de yoga debería imponer un patrón con ejercicios ya creados sin verte o sin conocer las particularidades de tu situación. Los mejores profesores son observadores cuidadosos que se acoplan a tus necesidades individuales, preferencias, circunstancias y respuestas. “Los buenos profesores observan lo que estás haciendo y enseñan desde lo que ven, no sólo aquello que saben”, dice Mary Dunn, una profesora veterana del yoga de Iyengar. Cinco personas pueden tener dolor de espalda, pero un profesor experto verá las diferencias entre ellas y elegirá varias propuestas de acuerdo con esto. La capacidad del profesor para adaptar y moldear el tratamiento al individuo es uno de los sellos de calidad de la terapia de yoga. Aunque las propuestas estandarizadas pueden funcionar –como han revelado numerosos estudios científicos– y hay quien descubre que los vídeos de instrucciones de yoga les ayudan a motivarse para practicar, no son lo mejor que el yoga puede ofrecer.

5. Predicar con el ejemplo. Una verdadera comprensión del yoga, como la que puede ayudar a transformar a un alumno, surgirá probablemente de profesores que también avancen por el camino del yoga. Uno entiende el yoga practicándolo y haciéndolo de forma constante durante años. Así es cómo se desarrolla la capacidad de sentirlo uno mismo y verlo en otros. Y es así como se alcanza la profundidad de comprensión para enseñar a otros. Cuando estés evaluando a un profesor o terapeuta, asegúrate de preguntarle por la naturaleza de su propia práctica.
Averigua qué hacen y cuánto lo hacen. Una práctica diaria entregada, incluso una corta, es ideal; practicar junto con los alumnos mientras se enseña no es suficiente, en mi opinión.
Mientras que algunos profesores pueden sólo hacer asanas, los que están comprometidos con la práctica probablemente hagan también pranayamas o ejercicios de meditación. Los mejores profesores son también alumnos durante toda la vida, así que intenta descubrir qué hacen para aumentar su entendimiento, ya sea leer, estudiar anatomía, acudir a talleres o trabajar de forma continuada con un gurú o un profesor experto.

6. Motivar para practicar. Lo que determina el éxito de la terapia de yoga es la práctica regular. Al margen de sus capacidades técnicas, cualquier profesor que te motive para ponerte sobre la esterilla y seguir con la práctica estará haciendo algo bien. Shanti Shanti Kaur dice que la gente suele pensar que la técnica es todo lo que se necesita, pero ella cree que la relación profesor alumno es fundamental. Quieres sentirte escuchado y respetado, aun cuando no seas “natural” en el yoga. Los profesores a los que la práctica les inspira pueden motivar a los alumnos a dar al ofrecerles el acto de fe del que hablaba en la introducción del libro. Si tiene confianza por su propia experiencia y por haber ayudado a otros alumnos, puede ser contagioso.

ADVERTENCIA
“Para el diagnóstico de la causa de unos síntomas, no se debe confiar en los profesores de yoga, ni siquiera en los que tienen mucha experiencia. Ésta no es su área de conocimiento y podría desembocar en problemas muy graves si un diagnóstico erróneo interfiere con el tratamiento necesario. Otra preocupación es que algunos profesores de yoga reparten de manera confidencial consejos de salud para los que no están cualificados. Como los profesores están en una posición de autoridad y son respetados por su conocimiento de yoga, los alumnos pueden asumir que realmente saben de qué están hablando, incluso si no es así. Mi consejo es escuchar respetuosamente, pero tomar sus recomendaciones sin darlas por sentado y acudir al médico por si se sufre alguna enfermedad potencialmente grave.” 

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