"Hemos de arar el terreno para que la tierra se ablande, arrancar las malas hierbas, regar y abonar la planta en desarrollo, y luego atender y cuidar con esmero el árbol, a fin de que éste crezca en salud y vigor y produzca así su fruto, que es la culminación del crecimiento del árbol. Recogemos el fruto y degustamos su sabor. Podemos experimentar el gozo de su sabor, mas no podemos expresarlo con palabras.
Del mismo modo, el árbol del Yoga necesita que se sigan cuidadosamente sus distintos estadios si queremos experimentar sus resultados.
Yama cultiva los órganos de acción a fin de que éstos actúen para los objetivos correctos; niyama civiliza los sentidos y los órganos de percepción; las ásanas irrigan cada una de las células del cuerpo humano, alimentándolas mediante un copioso suministro de sangre; el pranayama encauza la energía; pratiahara controla la mente y la limpia de todas sus impurezas; dharana corre el velo que cubre la inteligencia, aguzándola para una mayor sensibilidad en su labor de puente entre la mente y la consciencia interna; dhyana integra la inteligencia; y en samadhi los ríos de la inteligencia y la consciencia fluyen conjuntamente y se funden en el mar del alma, para que así el alma pueda brillar en todo su esplendor.
De ese modo, el árbol del Yoga, yoga vriksa, nos conduce al practicarlo, a través de cada una de las capas de nuestro ser, hasta hacernos vivir y experimentar la
ambrosía del fruto del yoga, que es la visión del alma”
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