Desde que estamos en el vientre de nuestra madre, en una profunda conexión vital con ella, nuestro cerebro esta almacenando impresiones emocionales y efectivas que se guardan en un cerebro emocional. En el momento del parto se produce nuestro primer shock emocional, por la salida a un mundo extraño y amenazante, muy diferente a aquel tibio acuático y protegido, donde habitamos por nueves meses.
Hasta los seis años de vida, que es cuando comienza nuestro proceso de escolarización y el desarrollo del hemisferio izquierdo del cerebro, correspondiente a la parte lógica, hemos estado usando predominantemente nuestra captación intuitiva de los estados emocionales y afectivos de los padres, hermanos y las personas más cercanas.
En la primera parte de nuestra vida, el cerebro madura velozmente, almacenamos millones de impresiones sensoriales en la memoria cerebral y corporal, aprendemos dos cosas fundamentales como hablar y caminar, adquirimos hábitos, definimos nuestro yo personal e identidad, sabemos lo que nos gusta o desagrada, nuestra presencia produce un efecto en nuestra familia o jardín Infantil, viajamos, nos relacionamos con gente de diferentes edades, sin embargo somos profundamente inocentes y vulnerables, frente a cualquier experiencia marcadora y negativa.
Cualquier situación que afecte a fuertemente a un niño, de aparición brusca, que no está capacitado para comprender, y que provoque un impacto emocional intenso, es considerada un trauma. Estas experiencias no se recuerdan conscientemente, porque quedan reprimidas en la memoria del inconsciente, como una forma de evitar dolor y sufrimiento, sin embargo, el bloqueo energético que producen, persiste en nosotros para siempre, afectando nuestra vida adulta.
Nuestro niño interior está conformado y definido por el ser esencial, la personalidad o construcción social, todos los aspectos positivos y gratificantes que nos han tocado vivir, pero también por nuestros traumas, que pueden ocurrir desde el periodo de gestación.
El niño interno tiene una parte sana y una parte herida, la parte sana aparece cuando estamos despreocupados, alegres, actuamos en forma espontánea, decimos lo que pensamos, damos y recibimos cariño físico, nos damos gustos, estamos presentes en el ahora, conscientes de lo que somos.
El niño interno herido es quien aparece cuando actuamos de manera infantil, inmadura, irracional, cuando nos sentimos superados por el miedo, la rabia, la pena o el dolor y actuamos en forma desproporcionada al estimulo, cuando el maltrato, el desamor o el abandono de otros, nos hace sentir muy dañados y en general ante cualquier situación adversa, en que somos incapaces de ver lo que ocurre en forma objetiva y/o decidir con racionalidad adulta.
LAS 5 HERIDAS DE LA INFANCIA
Herida de Rechazo:
El adulto que tiene esta herida vivió experiencias de rechazo en su niñez y tendrá la tendencia a rechazarse a sí mismo y a los demás, también rechazará experiencias placenteras y de éxito por el profundo sentimiento de vacío interno y por tener la creencia errónea de ser “poco merecedor”.
Al ser rechazado y sin ser consciente de ello, es el quien se aísla creando así su círculo vicioso.
Herida de Abandono:
La soledad se convierte en el peor miedo de quien vivió abandono en la infancia.
Y su herida se convierte en su paradoja “Quien vivió abandono tendera a abandonar proyectos y parejas, hasta que haga consiente su carencia y se haga responsable de su vida y su soledad”. Y piensa: Te abandono yo, antes de ser abandonado por ti”.
Herida de Humillación:
Los adultos que tuvieron experiencias de todo tipo de abusos, incluyendo el sexual, o experimentaron humillaciones, comparaciones o que fueron ridiculizados, avergonzados por su aspecto físico, por sus actitudes y/o comportamientos durante su niñez, suelen llevar esa carga a cuestas y la mayoría de las veces son seres inseguros, tímidos e indecisos que en lo más profundo de su ser se sienten culpables y no creen tener derechos elementales, e incluso pueden dudar de su derecho a existir.
Herida de Traición:
El adulto con herida de traición será un desconfiado empedernido, ya que no se permite confiar en nada ni nadie.
Su mayor miedo es la mentira y buscará de manera inconsciente involucrarse en situaciones den las que irremediablemente será traicionado cumpliéndose la profecía que el mismo decreto: “no confíes en nadie, todo el mundo traiciona”.
La mayoría de quienes experimentan celotipia tuvieron vivencias de traición en su niñez.
Herida de Justicia:
Experimentar la inquietud es el peor enojo de quien tiene herida de injusticia, y es posible identificar a quienes la han vivido en su niñez al observar las reacciones desproporcionadas y neuróticas ante alguna situación injusta.
Todas las personas que en el algún momento hemos vivido o presenciado situaciones injustas, sin embargo, a quienes tiene la herida les es imposible lidiar con ello y sus reacciones tienden a la autodestrucción.
Una de las características más importantes es, su gran temor a equivocarse y su tendencia a buscar la perfección, lo cual les trae mucha frustración y su gran rato para sanar es buscar la flexibilidad y la humildad.
Desafortunadamente cuando nos negamos la oportunidad de trabajar en la sanación de estas heridas, estaremos repitiendo patrones conductuales enfermos que a nosotros nos dañaron en nuestra niñez y de forma inconsciente se perpetuara el circulo vicioso del cual hemos huido, dañando ahora a nuestros hijos.
Las heridas se muestran en nuestra comunicación llena de chantajes, manipulación y control, afectando así la calidad de nuestra relación con ellos.
EJERCICIO:
🙏🏻Busca una fotografía tuya de cuando eras niño/a y analízala. Escribe en una hoja todo lo que logres percibir.
💜¿Qué vez en ese niño/a?
💙¿Qué refleja su rostro?
Ves en el alegría o tristeza, dolor o felicidad, miedo o libertad .
💛¿Qué te transmite?
💚¿Lo amas o rechazas?
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